EL ÁRBITRO UN DEPORTISTA MÁS
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César Domínguez. Después de realizar un torneo en Ibiza, se me brinda la oportunidad de escribir unas líneas sobre la labor arbitral en el baloncesto.
Todos leemos las crónicas de un partido, que tal equipo ha ganado, que tal jugador ha realizado un buen encuentro y algunas veces (muy a mi pesar) que el árbitro no ha realizado muy bien su trabajo. Desde mi punto de vista, en una crónica el árbitro no debería aparecer ni para lo bueno ni para lo malo. El árbitro de baloncesto es un deportista más, pero es partícipe activo del juego; su función es la de velar por el buen cumplimiento y el espíritu del reglamento, y su actuación no debe condicionar el resultado del encuentro.
Dicho esto, no olvidemos que el árbitro también es humano, y como tal comete errores y aunque debamos intentar que éstos sean los mínimos en un encuentro o que pasen desapercibidos porque “…no incidan en el juego…”, el resultado es que el árbitro pasa a ser el protagonista del partido en numerosas ocasiones, siendo aquí donde radica el verdadero error ya que el público, entrenadores y jugadores nos convierten en tales:“árbitro eso es falta”, “árbitro pasos”, “árbitro los tres segundos”…
El árbitro es consciente de que puede haber contacto en una jugada, pero este contacto no tiene por que incidir en el desarrollo de esa jugada por lo que el árbitro tiene la potestad de obviarlo. Éste, que está en constante formación, realiza exámenes constantemente, Stages y Clinics para mejorar su formación y mantenerse al día de las modificaciones y reformas en el reglamento.
Pero aún así nos equivocamos, no somos perfectos.
Un error del árbitro, en la toma de una decisión ante una situación conflictiva, se trasforma en gritos e insultos por parte del público así como quejas y malos gestos del personal del banquillo y jugadores. Pero de lo contrario, a mi no me verán decir a un jugador lo bueno o malo que es porque ya ha fallado 10 tiros libres, decirle a un entrenador que pida un tiempo muerto que su equipo lleva un parcial de 12 a 0 en contra, que debe cambiar a un jugador al que le he pitado la tercera falta personal porque está cansado y llega tarde en todas las jugadas… Nosotros también nos damos cuenta de los errores de los jugadores y entrenadores, pero no dedicamos el encuentro a decirles como realizar su trabajo.
Si un jugador acaba un partido con unos porcentajes de tiro cercanos al 50% ha hecho un buen partido. Si éstos superan el 60% ha sido un “partidazo”. Sin embargo, si el árbitro se mueve en parámetros similares la respuesta es bien distinta. El árbitro puede haber hecho el partido casi perfecto pero si comete un error sólo se le recuerda por el mismo.El árbitro arbitra varios partidos a la semana (incluso al día) y, por suerte o por desgracia, es imposible que esté físicamente al 100% en todos ellos, aún y cuando esté en una forma física óptima. De hecho, ni siquiera puede cambiar con otro árbitro “más fresco” a lo largo del encuentro para poder recuperar el aliento brevemente o recuperarse de un pequeño bache mental. Obviamente esto no pasa con los jugadores que pueden volver al banquillo a recuperarse y/o enfriar la cabeza para poder entrar en el partido nuevamente. El Reglamento de baloncesto es un reglamento vivo, cambiante, que sufre modificaciones en periodos de dos a cuatro años, siendo estos cambios, en ocasiones, drásticos de acuerdo a como se hacía hasta el momento. A los jugadores/equipos se les da un periodo de adaptación para que asimilen estos cambios, siendo inferior para los árbitros, pero muchas veces los entrenadores no siguen el ritmo de estos cambios desconociendo la aplicación de los mismos.
En esta temporada me he encontrado en diversas situaciones, buenas y malas. En un club, después de un desafortunado final, me dijeron que “iba siempre en contra del club”,y en este caso me limité a hacer hincapié en que durante la temporada y arbitrando al equipo sénior había ganado las tres veces que yo había arbitrado y que el equipo cadete solo había perdido esa última vez. La misma persona que me estaba increpando me dijo que sí, que ahora los partidos ganados eran gracias a mi. Mi respuesta fue simple: ” Nunca se gana gracias al árbitro y tampoco se pierde por su culpa; el árbitro no lanza a canasta, se limita a hacer cumplir las normas”.
Pero no todo es malo, hay también gestos de agradecimiento, como el de un padre que ve como su hija se ha hecho daño y en ningún banquillo hay Réflex o algún linimento para ayudar aplicárselo y el colegiado marca un tiempo muerto, se dirige a su vestuario y da su bote al entrenador para que atienda a la jugadora. Recibir las gracias de un escolar que plantea una duda al árbitro y este se la resuelve. Pasar un rato con entrenadores después del torneo comentando jugadas y casos que han tenido ellos mismos o sus jugadores, charlar con los niños que te preguntan sobre jugadas de otros partidos y con otros árbitros y les orientas para que pueden mejorar y así el árbitro no les sancione de nuevo. O tan sencillo como que un viaje de 4 horas en barco se convierta en una tertulia en la que participen jugadores de edades comprendidas entre los 13 y 16 años, entrenadores, ayudantes y el que suscribe.
No debemos salir en las crónicas ni por buenos ni por malos. Mi mayor satisfacción es cuando al terminar el partido me pongo enfrente de la mesa de anotadores para ver como los dos equipos como se despiden y se dan la mano y que al terminar ellos también me den la mano a mí y se despidan.
El árbitro es humano, comete errores, pero éstos ni muestran ni condicionan el resultado del partido. Este resultado del partido lo propician los jugadores con sus actos.
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