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Amen a los niños son el futuro
¡CARTA DE UN ÁRBITRO A UNA MADRE!
”En los años 70 los silbatos eran de hierro, igual debían ser nuestros testículos para controlar a gorilas de 2mts que corrían como un camión sin frenos” Earl ‘Yogi’ Strom (Arbitro NBA)
ELIS MARRUFO | Top Performance C.A.
Estimada señora que deja de lavar su ropa, limpiar su casa, maquillarse, y hacer las compras
de la semana para acompañar a su hijo al juego vespertino, sabatino o dominical, clara
de que la distancia común entre sus penurias, ese cansancio insufrible de mami abnegada
y los sueños del chiquillo se compensan con: pasión, trabajo, actitud, y… sobretodo exprimir
el tiempo; detrás de nuestro silbato convive un humano que también deja de hacer cosas
útiles en su hogar para igual que usted con pasión, trabajo, actitud y tiempo hacerse parte
necesaria, tal vez no siempre agradable, pero reglamentaria para ese juego que tanto
apasiona a usted y su hijo. Estamos seguros, sin ninguna duda que usted, aun teniendo
tantas circunstancias en contra, no se detiene en excusas para luchar por hacer realidad
el sueño de su bebe que es su mismo sueño y el sueño de nuestros hijos también; usted
y nosotros (Los Colegiados) odiamos algo en común: aquel padre que encuentra cualquier
excusa, incluso con todo a favor para no apoyar a sus hijos… y si lo acompaña, nos endosa,
nos culpa de sus errores, bloqueando su mejora y convirtiendo a cualquier chaval en un
fracasado en su vida adulta. ¡El abuso y la baja autoestima son la madriguera preferida
para las excusas y la derrota! Señora la historia noblemente se encarga de demostrar que
bajo las mismas condiciones, unos logran triunfar y otros no; y mientras Dios cambia esas
circunstancias; lo cual no depende de nosotros, quizás debamos cambiar todos, lo cual sí
depende de Ustedes y nosotros.
En la época en que intenté practicar deporte como un aspirante a jugador profesional, yo
sentía que el papel más rudo en la cancha era el de "soplar pitos", pero admiraba el valor
de esos gladiadores. Mis padres poco iban al juego, y yo no tenía celular, ni bebida energética,
ni súper botas y tampoco había video grabadoras para cual artistas exhibirnos en youtube
o demás redes sociales. Cuando me invitaban a participar, si me llamaban por teléfono,
alguno de los amigos que querían que jugara, de atender mis hermanos no había problemas.
Pero cuando atendía uno de mis padres, con todo el morbo del mundo siempre respondían:
"Que vergüenza, aquí tenemos la decencia, cosa que usted no conoce, por lo visto,
de respetar el hogar de los demás, además aquí no viven vagos". Era raro el día que un
compañero no me dijese: "Roque, te llamé pero me insultaron". Si mi cerebro fuera una
autopista sus tres canales estarían ocupados con esa infantil vergüenza y el rechazo a los
conceptos de mis padres. Solo me limitaba a decir… mis padres no diferencian un deportista
de un mendigo, seguro se molestaron, discúlpenme. Al no tener el talento de un Runmmenigge
–Futbol- o Magic Johnson –BasketBall-, ni Reggie Jackson –Beisbol-, vi en colegiarme,
la oportunidad de poner en cintura a esos “vagos” -jugadores- pero sobre todo a esos padres
-Ogros- que arremetían impunemente contra a los referees. Ahora como adulto viendo el
mundo detrás de mi silbato, descubro la felicidad de haber tenido un padre en mi casa,
imperfecto, pero que siempre nos protegió… lo digo porque de tantos chavales con quienes
interactuo, a pocos le conozco su padre… normalmente me veo increpado por madres.
Ejemplo recuerdo el día de una dolorosa final en que una joven y bella madre me sorprendió
al final del juego, me tomó por el cuello, me dijo: "Señor, véame a la cara". La miré, y me
volvió a decir: "Dígame como hombre; ¿Usted la tiene agarrada con mi hijo?, muéstreme
si tiene las mismas agallas aquí afuera de la cancha, sin el ridículo pito ese". Afortunadamente
pude tranquilizar a la airada mamá y con firmeza le dije, "No, pero estoy buscando la manera
de que él aprenda porque comete errores, pero tiene mucho talento y ‘algo’ que no tuve yo
cuando chamo… una madre como usted que lo defendiera en la cancha". Me respondió entre
las lagrimas de su frustración, algo que nunca olvidaré: "Perdóneme… pero se dicen tantas
cosas de ustedes que una va predispuesta a los juegos… Ahora lo importante no es como
lo vemos sino el mensaje para el futuro de nuestros hijos y que las primeras en distorsionar
somos nosotras y los entrenadores. Lo más importante es su actitud, lo que tiene adentro,
no lo que pueda mostrar afuera… el mayor de mis respetos para usted y hablaré con la
gente de mi club y la barra, que entiendan que estamos equivocadas".
Señora, converse con su hijo, que esa “matriz” suya alimentada por personas que no conocen
el reglamento del juego ni sus actualizaciones son las que pueden llevarle al fracaso,
las reglas poco cambian, pero si sólo cambia su actitud; todo puede cambiar. Nunca
use epítetos para justificar la falta de actitud de su hijo ni de sus entrenadores: "están
ciegos,... si les cayera bien mi hijo,... si no estuvieran vendidos,… todo lo que trabajo
para que me lo ridiculicen,…". En vez de dejarse llevar por las emociones diga: "como
hago para mejorar eso de ti hijo mío, yo voy a ver cómo te entrenan,... yo voy a aprender
del juego para ayudarte,... yo se lo difícil que es controlar un grupo de exaltados en las tribunas,
en la cancha y fuera del juego… ya he tomado la decisión de respetar", esa madre que
con su actitud no construyen excusas para inyectar el gen del fracaso a sus hijos
(por culpa de otros), son las mismas que encuentran muchos caminos para triunfar
ellas y su chico.
Dígale a su hijo que, nunca podrá ser exitoso en la vida si cree que el responsable
de sus frustraciones no es su desempeño sino la “injusticia” del árbitro y, que esa
frecuente decepción lo dejara resentido hacia las figuras de autoridad en la vida diaria,
lo hará ser agresivo contra lo que represente reglas, disciplina, orden y éxito. Señora
háblele a su esposo, hermanos, amigos y vecinos cuando vayan al juego, reflexione
que las angustias a las que someten a sus hijos, limitan su poder, su desarrollo competitivo
y la clave está precisamente en tomar los errores del camino y sus circunstancias, con
una actitud sincera de mejora, de respeto al juego limpio y sus actores, tan sólo paso
a paso, uno, luego dos, sigue con el paso tres, hasta que se convierta en un hábito competitivo
, y serán estos pequeños pasos, ese hábito, esa actitud y ese “respeto” por si mismo,
los que con el tiempo producirán grandes resultados; pues las grandes estrellas lo
logran gracias a sus mejoras, lentas pero sostenidas, que muchas veces las desestimamos
o que por no valorar con debida justicia, las etiquetamos como “estupideces”.
Madre querida, compañera de adrenalina, las palabras se las lleva el viento y justamente
es el mismo viento que hace sonar nuestros silbatos. Recuerde que todavía en la flor de
su juventud aun puede aprovechar que las circunstancias no la han llevado a abandona
r o condicionar sus sueños ni los de su niño. No tema admitir sus errores, es la única forma
de que él los supere. Después de que su hijo y usted alcancen el éxito, podrán apreciar que
las decisiones de nosotros los árbitros, buenas o malas son un simple ladrillo en la pared
de la vida, sin importar cuantas frustraciones hayan generado.
de la semana para acompañar a su hijo al juego vespertino, sabatino o dominical, clara
de que la distancia común entre sus penurias, ese cansancio insufrible de mami abnegada
y los sueños del chiquillo se compensan con: pasión, trabajo, actitud, y… sobretodo exprimir
el tiempo; detrás de nuestro silbato convive un humano que también deja de hacer cosas
útiles en su hogar para igual que usted con pasión, trabajo, actitud y tiempo hacerse parte
necesaria, tal vez no siempre agradable, pero reglamentaria para ese juego que tanto
apasiona a usted y su hijo. Estamos seguros, sin ninguna duda que usted, aun teniendo
tantas circunstancias en contra, no se detiene en excusas para luchar por hacer realidad
el sueño de su bebe que es su mismo sueño y el sueño de nuestros hijos también; usted
y nosotros (Los Colegiados) odiamos algo en común: aquel padre que encuentra cualquier
excusa, incluso con todo a favor para no apoyar a sus hijos… y si lo acompaña, nos endosa,
nos culpa de sus errores, bloqueando su mejora y convirtiendo a cualquier chaval en un
fracasado en su vida adulta. ¡El abuso y la baja autoestima son la madriguera preferida
para las excusas y la derrota! Señora la historia noblemente se encarga de demostrar que
bajo las mismas condiciones, unos logran triunfar y otros no; y mientras Dios cambia esas
circunstancias; lo cual no depende de nosotros, quizás debamos cambiar todos, lo cual sí
depende de Ustedes y nosotros.
En la época en que intenté practicar deporte como un aspirante a jugador profesional, yo
sentía que el papel más rudo en la cancha era el de "soplar pitos", pero admiraba el valor
de esos gladiadores. Mis padres poco iban al juego, y yo no tenía celular, ni bebida energética,
ni súper botas y tampoco había video grabadoras para cual artistas exhibirnos en youtube
o demás redes sociales. Cuando me invitaban a participar, si me llamaban por teléfono,
alguno de los amigos que querían que jugara, de atender mis hermanos no había problemas.
Pero cuando atendía uno de mis padres, con todo el morbo del mundo siempre respondían:
"Que vergüenza, aquí tenemos la decencia, cosa que usted no conoce, por lo visto,
de respetar el hogar de los demás, además aquí no viven vagos". Era raro el día que un
compañero no me dijese: "Roque, te llamé pero me insultaron". Si mi cerebro fuera una
autopista sus tres canales estarían ocupados con esa infantil vergüenza y el rechazo a los
conceptos de mis padres. Solo me limitaba a decir… mis padres no diferencian un deportista
de un mendigo, seguro se molestaron, discúlpenme. Al no tener el talento de un Runmmenigge
–Futbol- o Magic Johnson –BasketBall-, ni Reggie Jackson –Beisbol-, vi en colegiarme,
la oportunidad de poner en cintura a esos “vagos” -jugadores- pero sobre todo a esos padres
-Ogros- que arremetían impunemente contra a los referees. Ahora como adulto viendo el
mundo detrás de mi silbato, descubro la felicidad de haber tenido un padre en mi casa,
imperfecto, pero que siempre nos protegió… lo digo porque de tantos chavales con quienes
interactuo, a pocos le conozco su padre… normalmente me veo increpado por madres.
Ejemplo recuerdo el día de una dolorosa final en que una joven y bella madre me sorprendió
al final del juego, me tomó por el cuello, me dijo: "Señor, véame a la cara". La miré, y me
volvió a decir: "Dígame como hombre; ¿Usted la tiene agarrada con mi hijo?, muéstreme
si tiene las mismas agallas aquí afuera de la cancha, sin el ridículo pito ese". Afortunadamente
pude tranquilizar a la airada mamá y con firmeza le dije, "No, pero estoy buscando la manera
de que él aprenda porque comete errores, pero tiene mucho talento y ‘algo’ que no tuve yo
cuando chamo… una madre como usted que lo defendiera en la cancha". Me respondió entre
las lagrimas de su frustración, algo que nunca olvidaré: "Perdóneme… pero se dicen tantas
cosas de ustedes que una va predispuesta a los juegos… Ahora lo importante no es como
lo vemos sino el mensaje para el futuro de nuestros hijos y que las primeras en distorsionar
somos nosotras y los entrenadores. Lo más importante es su actitud, lo que tiene adentro,
no lo que pueda mostrar afuera… el mayor de mis respetos para usted y hablaré con la
gente de mi club y la barra, que entiendan que estamos equivocadas".
Señora, converse con su hijo, que esa “matriz” suya alimentada por personas que no conocen
el reglamento del juego ni sus actualizaciones son las que pueden llevarle al fracaso,
las reglas poco cambian, pero si sólo cambia su actitud; todo puede cambiar. Nunca
use epítetos para justificar la falta de actitud de su hijo ni de sus entrenadores: "están
ciegos,... si les cayera bien mi hijo,... si no estuvieran vendidos,… todo lo que trabajo
para que me lo ridiculicen,…". En vez de dejarse llevar por las emociones diga: "como
hago para mejorar eso de ti hijo mío, yo voy a ver cómo te entrenan,... yo voy a aprender
del juego para ayudarte,... yo se lo difícil que es controlar un grupo de exaltados en las tribunas,
en la cancha y fuera del juego… ya he tomado la decisión de respetar", esa madre que
con su actitud no construyen excusas para inyectar el gen del fracaso a sus hijos
(por culpa de otros), son las mismas que encuentran muchos caminos para triunfar
ellas y su chico.
Dígale a su hijo que, nunca podrá ser exitoso en la vida si cree que el responsable
de sus frustraciones no es su desempeño sino la “injusticia” del árbitro y, que esa
frecuente decepción lo dejara resentido hacia las figuras de autoridad en la vida diaria,
lo hará ser agresivo contra lo que represente reglas, disciplina, orden y éxito. Señora
háblele a su esposo, hermanos, amigos y vecinos cuando vayan al juego, reflexione
que las angustias a las que someten a sus hijos, limitan su poder, su desarrollo competitivo
y la clave está precisamente en tomar los errores del camino y sus circunstancias, con
una actitud sincera de mejora, de respeto al juego limpio y sus actores, tan sólo paso
a paso, uno, luego dos, sigue con el paso tres, hasta que se convierta en un hábito competitivo
, y serán estos pequeños pasos, ese hábito, esa actitud y ese “respeto” por si mismo,
los que con el tiempo producirán grandes resultados; pues las grandes estrellas lo
logran gracias a sus mejoras, lentas pero sostenidas, que muchas veces las desestimamos
o que por no valorar con debida justicia, las etiquetamos como “estupideces”.
Madre querida, compañera de adrenalina, las palabras se las lleva el viento y justamente
es el mismo viento que hace sonar nuestros silbatos. Recuerde que todavía en la flor de
su juventud aun puede aprovechar que las circunstancias no la han llevado a abandona
r o condicionar sus sueños ni los de su niño. No tema admitir sus errores, es la única forma
de que él los supere. Después de que su hijo y usted alcancen el éxito, podrán apreciar que
las decisiones de nosotros los árbitros, buenas o malas son un simple ladrillo en la pared
de la vida, sin importar cuantas frustraciones hayan generado.
Nos vemos… en el espejo
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